martes, 10 de febrero de 2009

A PROPÓSITO DE HÉLDER CAMARA

APARECIDA A LA LUZ DE DOM HELDER

* Dom Demétrio Valentini, Obispo de Jales, São Paulo
Para Adital

Introducción
Falta poco para que sea inaugurado el Año Centenario de Don Helder. Es una iniciativa que llega cargada de simbolismo y de fecunda esperanza.
El Año del Centenario debemos dedicarlo a rescatar la memoria de Don Helder, la fuerza de su testimonio, el vigor de su profetismo. ¡Su grande ejemplo de ciudadano del mundo y de apóstol de la Iglesia de Cristo!

Para personajes que alcanzan su dimensión histórica, el ropaje adecuado es el de los siglos. En el contexto del siglo que acogió la existencia de Don Helder emerge mejor su grandeza y la actualidad del gran legado que él nos dejó.

1. Los sueños de Don Helder

La grandeza de ánimo y la generosidad de espíritu encuentran en los sueños la forma adecuada de expresar sus utopías.

Al aproximarse el año 2000, el espíritu de Don Helder alcanzó los mayores grados de osadía, soñando como deseaba ver al mundo, y como deseaba ver la Iglesia, en el nuevo milenio que estaba despuntando.

Como Moisés, que no pudo entrar a la tierra prometida y solo la miró desde la altura del Monte Nebo, Don Helder no entró al "nuevo milenio". Él falleció como todos sabemos en 1999, el 27 de agosto,. Dios lo llamó a entrar a la eternidad, antes que el albor del milenio despuntara en la mañana del año 2000.

Moisés no dejó dudas sobre el rumbo a seguir para entrar a la tierra prometida. Necesitamos descubrir sendas que nos conduzcan a los sueños que Don Helder cultivó para este prosaico milenio que viene repitiendo guerras y produciendo la miseria que Don Helder denunció con tanto vigor.

Pues, para ese nuevo milenio Don Helder tuvo dos sueños:

-Para la humanidad, UN MUNDO SIN MISERIA Y SIN HAMBRE;
-Para la Iglesia: ¡LA CONVOCATORIA DEL SEGUDO CONCILIO DE JERUSALEN!

-Grandes sueños, sueños audaces, sueños generosos.
-Un mundo justo, solidario, fraterno.
- Una Iglesia abierta al Espíritu, pobre y servidora del Reino.

En el sueño para la Iglesia se revela en la creatividad y la perspicacia de Don Helder, que sabía presentar sus ideas, dejando el espacio abierto para que fuesen acogidas con inteligencia y responsabilidad.

Para entender la fuerza el sueño de un "segundo Concilio de Jerusalén" es preciso saber lo que significó el primero, descrito en la Biblia y realizado en el comienzo de la Iglesia. Los apóstoles se congregaron en Jerusalén y percibieron la universalidad del Evangelio de Cristo que necesitaba romper los estrechos límites del judaísmo y de cualesquier otra amarra cultural y religiosa, para ser llevado a toda humanidad que lo esperaba como tierra sedienta, pronta para producir los frutos del Reino de Dios.

Ahora, un segundo "Concilio de Jerusalén" implicaría la predisposición de la Iglesia a revisar su caminada, y la invitación al mundo para abrirse al Evangelio de Cristo, superando prejuicios y confrontaciones inútiles, y abriendo camino hacia un nuevo tiempo de reconciliación y de paz mundial.

Vamos a quedarnos esta noche con esos dos sueños de Don Helder, como llave de acceso a la figura de ese gran ciudadano del mundo y ciudadano de la Iglesia, que fue Don Helder.
Vamos a soñar con él. Pero como José, queremos sentir la urgencia de despertar y de poner manos a la obra para que eses sueños se tornen realidad. Así tiene sentido recordar la figura de Don Helder.

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