Les compartimos una reflexion de Adolfo Pérez Esquivel acerca de la problemática del campo. La verdad que es muy claro. Y es una mirada profundamente humana, sincera y crítica...y por eso cristiana. Sin fundamentalismos analiza la crisis por la que estamos atravezando.
Un abrazo.
GRANDEZAS Y MISERIAS DEL CONFLICTO
Adolfo Pérez Esquivel
Las grandes empresas sojeras nacionales e internacionales están manipulando y presionando para torcer el brazo del gobierno por las retenciones fiscales.
Ganan millones pero no se conforman, quieren más, más y más, no les interesa el daño ambiental, las consecuencias de los monocultivos y la reducción de los bosques naturales, el uso indiscriminado de los agro-tóxicos, para la salud y la alimentación de la población.
El gobierno en todo esto fue permisivo, ambicioso con tal de lograr más retenciones del agro. Por lo tanto son socios en generar la desgracia ajena y hoy están enfrentados a ver quien se queda con el pedazo mas grande de la torta.
No hay un proyecto de país que permita regular los recursos naturales y prever políticas a corto, mediano y largo plazo, en un desarrollo sostenible y de respeto a la Madre Naturaleza. Están vendiendo el país al mejor postor con total impunidad. Confunden desarrollo con explotación y son como las termitas, devoran todo lo que encuentran al paso.
Si lo que digo es mentira, me gustaría que lo desmientan con hechos concretos y no con discursos vaciados de contenido. Basta ver cómo se han reducido las áreas de cultivos para alimentar al pueblo y como el 95 % de la soja es para exportar y llenar sus bolsillos. Están cerrando los tambos y las áreas de cultivos para alimentos, que se reducen día a día.
Otros actores, en este escenario conflictivo, son los pequeños y medianos productores rurales que integran la Federación Agraria Argentina, a quienes siempre hemos acompañado solidariamente porque son campesinos que ponen el hombro y el alma en el trabajo del campo. Pero tenemos que decirlo, nos preocupa que hoy son aliados de los terratenientes y de las grandes empresas transnacionales que están destruyendo el medio ambiente y transformándonos en un país sojero y que su ambición va dejando un territorio devastado por la especulación financiera.
En éste triste escenario el que sufre las cachetadas es el pueblo argentino, sujeto a los vaivenes del conflicto y debe soportar el desabastecimiento, el aumento de precio de los productos, las tensiones sociales y aquí no faltan quienes pretenden especular.
Arturo Jauretche decía que están aquellos que “se suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha”. ¡Pucha. Cuantas verdades dice don Arturo, carajo! Hay camaleones en el país que cambian de color por conveniencia, como dirigentes de partidos políticos, sindicalistas, movimientos agropecuarios. Ahora aparecen juntos y revueltos como tortilla quemada.
En ésta pulseada están los que quieren aprovechar cada espacio para atacar al gobierno y desestabilizarlo. Algunos desubicados provocaron la quema de campos, muertes, accidentes y grandes problemas a la población. Están los “cara pintadas y personajes de la dictadura militar”, como doña Cecilia Pando que busca justificar lo injustificable y se subieron al conflicto con cacerolas de acero inoxidable y cucharitas de plata, esperando espantar a la Presidenta de la Casa Rosada montada en un helicóptero, al estilo de De La Rúa. Se equivocaron y tuvieron que masticar sus broncas.
En este revoltijo las extremas izquierdas (nunca supe qué quieren y hacia donde van) lo que si sé, es que son funcionales al sistema de dominación y que en su accionar, los extremos se juntan. Me recuerdan a ese diputado que entraba en la Cámara y decía:” No sé de lo que hablan, pero me opongo”. Esos sectores son incapaces de construir alternativas, de tener creatividad y valores para compartir la vida del pueblo. Eso si, están en todas, en cada manifestación, en cada problema, en cada despelote que se presenta. Como hacen, no lo sé. Es casi un milagro del siglo XXI, algún día descubriremos el truco y chau milagro.
El gobierno se equivocó fiero, y no reconoce sus errores. Es la soberbia del poder, se sienten infalibles, autoritarios, en el Olimpo de la idiotez; juega al desgaste de la gente del campo, de aquellos que no tienen los recursos de las grandes empresas que si pueden resistir un largo tiempo de confrontación con el gobierno, en un conflicto donde el problema de las retenciones pasó a segundo plano y se juega políticamente al modelo de país que quieren a imagen y semejanza de sus intereses.
Los campesinos, medianos y pequeños productores, si no trabajan, no comen. Otros juegan a querer demoler al gobierno, no les importa el “cómo”; sino cuando lo lograrán, juegan a la intriga, y los grandes medios de comunicación aportan su veneno diario al desgaste y las mentiras.
No es nuevo, la historia se repite una y otra vez. Van quedando al desnudo en su hipocresía. El campo al descampado, mostrando su grandeza y su miseria. El gobierno se mira el ombligo en un diálogo de sordos. El pueblo asiste al culebrón entre el campo y el gobierno, la telenovela continúa todos los días, con cortes de ruta, declaraciones; almuerzos con la dama rica que habla de los pobres.
Hasta que salimos a hacer las compras a la hora señalada y preguntar los precios de la leche, los huevos, el kilo de carne, la verdura, la cuota del colegio de los chicos, la niebla, la temperatura, el mal olor y saber que no salen los aviones, paran los trenes, los subtes. Estamos varados en la vida.
Paren muchachos y damas. Los argentinos de a pié y todos los que habitan este país surrealista estamos cansados que nos traten como marionetas y estemos recibiendo las cachetadas de todos lados. ¿Hasta cuando? ¿No tuvimos suficiente dolor y pareciera que no se ha aprendido nada?- Nos han saqueado, destruido y todavía seguimos enfrentados.
Hay que hacer memoria y sumar voluntades. Los argentinos no aprendimos todavía las operaciones matemáticas básicas. Sumar y multiplicar. Sólo aprendimos a restar y dividir. Queridos compas. A estudiar que hay mucho que hacer y a no dejarse ganar por los que siempre quieren dividir y restar. Hay que resistir en la Esperanza, construyendo el país que queremos para todos.