martes, 13 de enero de 2009

El Bautismo del Señor - Parte II

2 - EL BAUTISMO EN CRISTO DESCUBRE SU REALIDAD MESIANICA

a) ¿Qué descubre Cristo? Como les digo, Cristo no va a recibir algo que no tenía. Y en esto es falso querer esperar la edad de Cristo para ir a bautizarse. Nosotros no tenemos lo que Cristo ya tenía. Cristo va a las aguas del Jordán a una epifanía, a descubrir lo que lleva y por eso escuchamos el precioso Evangelio de San Marcos, que toda su obsesión es como presentarnos la persona de Cristo, aunque no hable. Cristo es el mensaje eterno del Padre y en el Jordán no habla, pero habla el Cielo: "Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo Amado, mi preferido". Ésta es la epifanía del bautismo de Cristo: Tú no te haces hoy Hijo de Dios. Tú ya eres Hijo de Dios y tu bautismo manifiesta lo que eres.

b) Profecía del "Siervo de Yahvé". En la primera lectura, y para comprender esa frase de Dios en el Jordán, nos tendríamos que remontar a una larga historia de la que no tendríamos tiempo aquí de contar ahora, pero que Isaías nos la sintetiza hoy.

- Ciro, Rey de Persia; conquista de Babilonia, Fin del destierro. Isaías, en su lectura de hoy, nos da una síntesis en un personaje histórico: Ciro, rey de Persia. Está ya presionando la libertad del cautiverio de los judíos en Babilonia. Babilonia va a caer bajo la presión de Ciro y los pobres desterrados de Babilonia miran a Ciro como un rey que trae un poder salvador: "Cuando Babilonia caiga bajo el poder de Ciro, nos dará la libertad; retornaremos a Jerusalén, se levantará esta opresión". Y por eso la Biblia llama a Ciro: casi un mesías.

- Trasciende a Ciro; cualidades del Mesías. Esa figura se transforma en una figura poética que Isaías llama el siervo de Yahvé, el siervo de Dios. Ya no es simplemente un rey de Persia, ya no es simplemente un hombre con poderes humanos salvadores, es alguien misterioso y es entonces cuando la profecía de Isaías nos ha dicho esta mañana: "Esa mezcla de triunfo y de dolor; de grandeza y de humildad; ese siervo de Yahvé que va a vencer y sojuzgar a todas las naciones del mundo, no es hombre que grita por las calles iracundo, impasible, violento; es manso y humilde. -Fígense en esta figura-. No acaba de quebrar la caña que ya está quebrada, no acaba de apagar el pabilo que aún está humeante". ¡Qué figura más bella para decir cómo es la misericordia de esta redención!

Aunque un hombre ya esté quebrado, aunque un pueblo se sienta como candil que se va apagando, aun cuando nos sintamos con un sentimiento profundo de frustración por nuestros pecados, por los pecados de las clases sociales, por los abusos de la política; un pueblo que se ha hecho digno de su nombre, un pueblo que no merece ya la misericordia de Dios, dice hoy la profecía que nos llena de esperanza: "Él no acabará de quebrar esa caña que ya se está acabando de quebrar. Él no acabará de apagar esa mechita que todavía echa señales de fuego". En el Salvador todavía hay capacidad de rehacernos. Todavía puede encenderse la lámpara de nuestra fe y de nuestra esperanza. Y está aquí nuestra esperanza: ¡El siervo de Yahvé, Cristo, Divino Ciro que viene a liberarnos de toda clase de esclavitud, Él es nuestra esperanza!

- El Viejo Testamento evoluciona el concepto del Mesías.

- A partir de David, Rey Salvador. El Viejo Testamento nos presenta como ungidos: a los reyes, a los sacerdotes, a los profetas, a los patriarcas. Gestos simpáticos como aquel del sacerdote Samuel que inspirado por Dios se va a una familia de Belén y Dios le va a señalar a quién debe ungir. Samuel lleva el depósito de aceite para que cuando Dios le diga: "ese es futuro Rey", lo unja, le eche aceite. Y aparece el jovencito David y a David lo unge Samuel como sacerdote. Desde aquel momento sus hermanos -que todos eran mayores que él- lo respetan como ungido y la historia le da razón, ¡el más grande rey de Judea: David!. Que va a dar también nombre al Mesías, Hijo de David, porque en ese rey se caracteriza el Rey Salvador, el rey grande que da unidad al pueblo, el rey que eleva al pueblo a cantarle alabanzas a Dios. De ese rey mesías, desciende el Mesías Rey, y es Cristo cuyo Reino no tendrá fin.

¡Qué hermoso cuando los leprosos y los paralíticos le gritan a su paso: "¡Jesús, Hijo de David!" Era decirle: "¡Mesías, ten compasión de nosotros!". Qué hermoso cuando la Samaritana, sedienta ya de esa agua misteriosa, a la pregunta de Cristo si conoce al Mesías, le dice: "sé que ha de venir". Era la esperanza: ¡Ha de venir! "Soy yo", le dice Cristo. Qué epifanías más bellas cuando Cristo se presentaba así: ¡Soy yo! Yo tengo ya esos poderes anunciados por los profetas y por los reyes y por todas las figuras del Viejo Testamento. Los ungidos, no eran más que figuras de Cristo, del Ungido por antonomasia, del Cristo que lleva en sí la plenitud de las riquezas y de las fuerzas que Dios quiere traer al mundo para enriquecer a los hombres, para salvarnos del pecado.

- El Nuevo Testamento lo precisa: Cristo rehuye un mesianismo terrenal. Por eso Cristo tiene mucho cuidado en precisar en su predicación, cómo es su mesianismo. Porque había muchas equivocaciones y este momento en que Cristo hace su epifanía en medio del pueblo es muy parecido, queridos hermanos, a este momento de 1979 en El Salvador. Y así como entonces había movimientos populares que buscaban en ese Mesías una salvación temporalista, política, y creían que ese Cristo anunciado era el que iba a sacudir el yugo del poder romano; había, también, quienes tenían el concepto verdadero del Mesías. Y Cristo cultivaba este concepto verdadero. Por eso dice cuando lo querían hacer rey con estos ideales de mesianismo político, que Él se huía a la montaña porque no era esa la salvación que Él traía.

La Iglesia también tiene mucho cuidado de señalar a los movimientos salvadores de hoy, lo mismo que a los afanosos de calumniar a su Iglesia al decirle que Ella está pretendiendo el poder, que está azuzando movimientos guerrilleros, ¡mentira!. La Iglesia está predicando el mismo mesianismo de Cristo, pero de ese Cristo que quiere decirle a los movimientos populares de su tiempo: no me busquen como rey temporalista, no me busquen como un rival de Poncio Pilato o de Herodes. Allá ellos tienen que dar cuenta al Rey divino de sus gestiones como gobernantes civiles de su pueblo. Y será duro el Señor en pedir cuenta a esos ungidos, que también tienen el deber de respetar la voluntad de Dios para bien del pueblo y no para opresión ni para ultrajar a los hombres.

Cristo les dice que su Reino no es de este mundo. Y esto no quiere decir -explica el Papa Pío XI, cuando proclamó la fiesta de Cristo Rey- que Cristo está marginado del poder y de las riquezas de la tierra. Lo que está diciendo es que Él juzgará, desde otra dimensión religiosa, las conciencias de los políticos y de los ricos y de los pobres también, desde unas perspectivas escatológicas, de reino de los cielos, de trascendencia. Pero todo este poder -Cristo lo ha dicho- será juzgado por Él, porque Él es Mesías y Rey universal de las naciones.

Él quiere definir, pues, ese mesianismo auténtico, para que en Él encontremos siempre la crítica de todos los sistemas políticos. Por eso da risa, cuando dicen que la Iglesia está propiciando un sistema socialista. La Iglesia no se enfeuda con ningún sistema social. Y supongamos que nuestra democracia se transforma mañana en socialismo, la Iglesia siempre será el juez que criticará las actitudes injustas de ese socialismo, así como anima hoy en la democracia, lo bueno que tiene la democracia. La Iglesia está siempre como una luz desde afuera, iluminando esa realidad. Cristo quiere ser ese Mesías que ilumina el caminar de la historia. Los pueblos son libres para darse el régimen que ellos quieran pero no son libres para hacer sus caprichos. Tendrán que ser juzgados en el sistema político o social que ellos escojan por la justicia de Dios. Y Dios es el juez de todos los sistemas sociales.

El Evangelio, como la Iglesia, no puede ser acaparado por ningún movimiento social ni político. Ninguna organización social o política puede llamarse que ésta es la Iglesia y por aquí hay que ir. El cristiano es libre para sus opciones concretas. Y ¡por favor!, ninguna organización política oficial o popular, se arrogue el abuso de querer llevar una comunidad de base, un grupo cristiano, solamente por su opción política. En su trabajo de evangelización, en su reflexión de grupo cristiano, respétese la libertad de cada cristiano. Si alguien quiere pertenecer a otro grupo, respétesele su opción; si no quiere pertenecer a ninguna, respétesele su opción. Que crezca en su fe, que se prepare para dar cuenta a Dios de cómo trabajó en el mundo, por convertir un mundo en un mundo mejor. ¡De esto sí nos pedirá cuenta el Señor!

Por eso decíamos en nuestra Carta Pastoral: "que un cristiano puesto en una organización política-popular tiene que hacer prevalecer, ante todo, los criterios de la fe. Y si en un momento dado hay conflicto entre su fe cristiana y la organización, que se decida: O sólo político con la organización o siempre cristiano, con o sin organización".

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