martes, 6 de enero de 2009

Reyes Magos

Los Reyes Magos ayer y hoy (*)

En el Segundo Testamento hay dos versiones del nacimiento de Jesús. Una, del evangelio de Lucas, culmina con la adoración de los pastores. Otra, del evangelio de Mateo, se concentra en la adoración de los tres reyes magos. La lección es: judíos y paganos, cada uno a su modo, encuentran a Jesús.

Las Escrituras judeocristianas dejan claro que Dios no se reveló sólo a los judíos. Antes de que surgiera el pueblo de Israel con Abraham, se reveló a Henoc, a Noé, a Melquisedec, después a Balaán, y al rey Ciro. Los reyes magos pertenecen a este grupo. ¿Quiénes eran?

Eran astrólogos venidos probablemente de Babilonia. En aquel tiempo, astronomía y astrología caminaban juntas. Cierto día estos sabios descubrieron una extraña conjunción de Júpiter con Saturno, que los aproximaba de tal forma que parecían una única gran estrella, sobre la constelación de Piscis. Desde el tiempo de Kepler (+1630) los cálculos astronómicos han mostrado que, efectivamente, en el año 6 antes de Cristo (fecha del nacimiento de Cristo según el calendario corregido) tuvo lugar tal conjunción. Para los sabios de la época, este hecho tuvo una gran significación. Júpiter, en la lectura astronómica de aquel tiempo, era el símbolo del Señor del mundo. Saturno era la estrella del pueblo judío. Y la constelación de Piscis era el símbolo del final de los tiempos. Los sabios babilónicos lo interpretaron así: en el pueblo judío (Saturno) nacerá el Señor del mundo (Júpiter) inaugurando el final de los tiempos (Piscis). Por eso se pusieron en camino para rendirle homenaje. Siempre hubo en la historia de los pueblos personas simples o sabios que se pusieron en camino a la búsqueda de salvación, o sea, de una totalidad integradora. Dios salió a su encuentro en sus modos de ser y de pensar.

Pero, ¿por qué se pusieron en camino para buscar a Jesús? Porque, según la comprensión de los cristianos, Jesús es un principio de orden y de creación de una gran síntesis humana, divina y cósmica. Cuando dan el título de “Cristo” a Jesús, quieren expresar esta convicción. Esta síntesis se encuentra también en otras religiones bajo otros nombres: Sabiduría, Logos, Iluminación, Buda, Tao… Éstos son los “ungidos y consagrados” (significado de la palabra “Cristo”) para ser un centro de atracción y unificador de todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Cambian los nombres, pero el sentido es siempre el mismo.

Nuestra realidad, por su parte, es contradictoria. Contiene elementos simbólicos y elementos diabólicos, verdad y falsedad, bondad y maldad. ¿Cómo podemos distinguir un aspecto del otro? ¿Cómo crear un orden superior que sobrepase estas contradicciones? Necesitamos un Centro ordenador y animador de una síntesis personal, social y también cósmica.

Los evangelistas usaron el fenómeno astronómico para presentar a Jesús como aquel Señor del Universo que viene bajo la forma de un niño para unificar todo. Esa Energía es divina, pero no exclusiva. Se expresa bajo muchas formas históricas. En Jesús, el Cristo, adquirió una concretización que movilizó a otras culturas con sus sabios venidos de Oriente.

Todos los caminos llevan a Dios y Dios visita los suyos en sus propias historias. Todos están en busca de aquella Energía que se esconde en el significado de la palabra Cristo. Ese encuentro con la Estrella produce hoy, como produjo ayer, alegría y sentimiento de integración. Habrá siempre una estrella en el camino de quien busca. Por eso, lo importante es buscar con la mente siempre despierta a los símbolos, como los reyes magos.

(*) Leonardo Boff

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