jueves, 8 de enero de 2009

Iglesia y Revolución

Hace unos días, el 1 de enero, se cumplieron 50 años de la Revolución Cubana. A continuación reproducimos un texto publicado con motivo de la visita que el Papa Juan Pablo II realizó a Cuba en el año 1998, todo un símbolo.

A 50 años de la Revolución Cubana
visita de Juan Pablo II a la Isla

Iglesia y revolución
La revolución cubana, al contrario de la rusa, no se hizo contra la religión. Fidel estuvo internado en colegios religiosos desde los 9 a los 18 años. Perteneció a la cruzada eucarística y asistía a la misa diaria. Luego del fracaso del asalto al Cuartel Moncada (1956), él y otros compañeros no fueron asesinados en la cárcel gracias a la intervención del Arzobispo de Santiago de Cuba. Hay fotos de Fidel en la Sierra Maestra con un crucifijo colgado al cuello. La guerrilla contaba con un capellán oficial: el padre Guillermo Sardiñas (1965), quien luego de la victoria compartió con el Che Guevara y algunos pocos líderes el insigne título de "Comandante de la Revolución". Sucede que el triunfo revolucionario se dio antes del Concilio Vaticano II, que liberó a parte de la Iglesia de la fiebre anticomunista. La influencia franquista entre los católicos cubanos favoreció su distanciamiento de los revolucionarios, que expropiaban propiedades para promover las reformas agraria y urbana. Creció el éxodo para Estados Unidos, cuya élite estaba inconsolable por la pérdida de los ingenios azucareros y la red de hoteles que, gracias a la mafia americana, Cuba era conocida como "el burdel del Caribe".


La apertura religiosa
La apertura de la Revolución al fenómeno religioso se dio gracias a la Revolución sandinista y al desmoronamiento del socialismo europeo. La caída del muro de Berlín contribuyó a desdogmatizar principios fundamentales del marxismo vulgar, como el "materialismo histórico" y el "materialismo dialéctico". "Entre cristianismo y revolución no hay contradicción", enfatizaban los sandinistas. Los marxistas cubanos comenzaron a revisar sus paradigmas. ?Cómo era posible que un régimen revolucionario incluyera entre sus Ministros, sacerdotes como Miguel D'Escoto (canciller), Ernesto Cardenal (cultura) y Fernando Cardenal (educación)? En la noche del 19 de julio de 1980, primer aniversario de la revolución sandinista, conocí a Fidel en casa de Sergio Ramírez, vicepresidente de Nicaragua.
En 1991, en el 4to Congreso del Partido Comunista retiró de sus estatutos el "carácter ateo" y, poco después, se cambió la Constitución para legitimar la laicidad del Estado.
Efectos de la visita
La visita papal viene siendo preparada desde 1979. Todo indica que Fidel, además de anfitrión, será el guía del visitante. A él le importa que Wojtyla reconozca que, si Cuba no es ejemplo en materia de relaciones Iglesia-Estado, no se puede decir lo mismo de su heroica lucha para -ahora sin ningún apoyo externo- evitar el desempleo y mantener la escolaridad gratuita en todos los niveles, como también con la asistencia a la salud. Juan Pablo II realizará diez pronunciamientos, entre homilias y discursos. Cada una de sus frases será pesada en la balanza tanto en la hermenéutica progresista como en la conservadora. Todo indica que él evitará los extremos: ni condenar ni canonizar la revolución, lo que sin duda decepcionará a los anticastristas de Miami. Fidel hará apenas dos pronunciamientos: en la llegada y en la salida del más ilustre visitante que ha pisado la Isla. El primer discurso será protocolar, el segundo dará la medida exacta de lo que la presencia papal significó para la revolución. Algunos resultados son seguros: la visita ampliará los espacios de libertad religiosa, reforzará el poder institucional de la Iglesia católica, desatanizará Cuba y la revolución a los ojos de muchos cristianos y telespectadores, y hará más evidente la ilegitimidad del bloqueo americano. Como serán, de ahora en adelante, las relaciones entre las dos instituciones cubanas más enraízadas en el aprecio popular: la revolución y la Iglesia, que tienen ópticas diferentes en cuanto al futuro del país, es una obra de ingeniería que, para no malograr, exigirá la presencia constante del Espíritu Santo en la isla.-

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