Enraizado en las raíces mismas de la Tierra, me hago uno con ella.
Soy Tierra. La Tierra es en mí. Soy el agua que corre, la planta que crece, el águila conquistando el cielo. Soy el mar profundo, la arena caliente y el violento huracán. Soy el lago sereno. Soy el furioso volcán. Soy la Tierra Viva. Soy un rostro de la Tierra Viva, un rostro aborigen, único, original. Mi rostro expresa los sentimientos más profundos de la Tierra Viva, de la Tierra conectada al Universo todo. Porque todo es uno y todo es uno en mí.
Esa Unidad del todo es el río que corre por mis venas, el aire que respiro, la música que me hace vibrar, el ritmo profundo del Universo resonando al compás marcado por Quien es en todo y en todos, y en Quien todos somos y todo es. Esa melodía resonando en mis entrañas refresca y renueva cada gota de mi agua, cada célula de mi cuerpo, cada músculo de mi alma, cada fibra de mi vida, y le da a mi rostro un color nuevo, una nueva luz, pone un nuevo brillo a mi mirada que me detengo a sentir, que me gusta sentir, que me conecta de un modo nuevo y cercano al otro, a cualquier otro, a todo otro, que ya no hay extraños en el todo que es en mí y en el que todos somos.
Por Cristo, con El y en El, a Ti Dios Padre Cariñoso te devuelvo agradecido lo que haces hoy en mí, y en Ti, así, quiero siempre bien vivir, con todos mis hermanos y hermanas que me regalas cada día y que descubro habitando en mí, allí donde Tú mismo los creas y recreas. Con ellos y en ellos celebro Padre tu Presencia hoy aquí, en mí, como un Águila de Fuego y de Luz.
(*) Pablo Zuccotti
Publicado en www.atrio.org
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